“Ahora debo anunciar el ganador del primer premio del certamen escolar de pintura”, dijo el profesor de arte. El silencio se hizo en el salón de actos del colegio. Había unos cuantos jóvenes artistas destacados y el hecho de ganar el premio anual se consideraba un gran honor para los alumnos.
“El primer premio es…” continúo el profesor “para… Manuel Parreño Rivera”.
En el aplauso que siguió, Manuel, un joven de tan solo 8 años de edad, sintió un repentino sentimiento de triunfo que se reflejaba en las sonrisas de sus familiares. Él había demostrado que pese a su extrema discapacidad, era capaz de pertenecer con éxito al mundo de las personas “normales”.
Infancia e inicios de Manuel Parreño como Pintor con el Pie
Manuel Parreño nació en Huelva, en el seno de una clásica familia de clase media española. A la tierna edad de 7 meses sus padres se dieron cuenta de que algo no iba bien con el pequeño, daba muestras de algún tipo de enfermedad o dolencia. Tras la consulta con el doctor, los temores se cumplieron, Manuel sufría de una enfermedad terrible conocida como Polio.
Sus familiares hicieron todo lo posible por luchar contra la enfermedad, con los mejores tratamientos de la época, pero esta era implacable. Tras un tiempo de lucha y convalecencia se consiguió que Manuel pudiera recuperar la movilidad de la pierna izquierda y del cuello y se frenó por fin el avance. No obstante, el joven niño quedó con un 75% de discapacidad con la cual tendría que aprender a vivir el resto de su vida.
La infancia de Manuel sin duda no fue fácil, pero la enfermedad no iba a frenar sus ganas de desarrollarse y aprender.
Siendo tan solo un niño desarrolló la misma destreza con sus pies que la que pudieran tener los jóvenes de su edad con las manos. De hecho, adquirió tal destreza con sus pies que podía enhebrar una aguja con los mismos. Esta gran habilidad, ya con 4 años, comenzó a usarla en el arte de la pintura con sus primeros dibujos y, a medida que se hacía mayor, fue viendo una progresiva vocación.
Tras años de aprendizaje escolar y con casi una mayoría de edad, a los 17 años, el joven adolescente tuvo un encargo para pintar un cuadro que sería expuesto en un establecimiento comercial y, sin saberlo, este sería el inicio de una carrera que ha llegado hasta la actualidad.
Cuando se extendió la noticia de que aquel cuadro había sido escrito con el pie en lugar de con las manos, un periodista vino a visitar a Manuel y escribió un artículo para su periódico sobre la inusual habilidad del muchacho. La historia fue recogida también por otros periódicos y revistas internacionales como Life y Foto. Una inesperada publicidad que hizo convencer a los padres del chico de que el futuro profesional de Manuel pudiera estar ligado al mundo del arte.
Así en 1955 entró a realizar sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla y comenzó una trayectoría que le llevaría al gran pintor que es actualmente.
Incorporación de Manuel Parreño en la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie
Al poco tiempo de lo sucedido con el cuadro y tras comenzar sus estudios en bellas artes, en 1956, Manuel se sorprendió al recibir una carta firmada por Erich Stegmann, ofreciéndole la posibilidad de convertirse en miembro de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie.
Después de lo que Manuel por sus propias palabras describió como “un profundo examen”, se convirtió en miembro de pleno derecho de la asociación en julio de 1957, y se convirtió en uno de los miembros fundadores de la Asociación en España.
Desarrollo de Manuel Parreño como artista de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie
Como resultado de la anexión de este joven pintor a la asociación, según palabras de Manuel “mi pintura comenzó a ser vista en numerosas partes del mundo”. Y ya lo que parecía un sueño, vivir de la pintura, se comenzó a ver como una realidad.
A su vez la fortuna también comenzó a sonreír a Manuel en el terreno sentimental. En aquella época comenzó a recibir la visita en su casa de una atractiva joven llamada Josefa Cejudo para trabajar en las tareas del hogar. Se fueron conociendo ambos poco a poco y surgió el amor, dando lugar a su casamiento en 1962 y a una futura hija más adelante llamada Rosa María.
Podemos decir que su vida profesional y personal iba “viento en popa” y el nombre de Manuel cada vez adquiriría mayor reconocimiento en el mundo del arte a través de sus diversas exposiciones y su trabajo para la asociación.
Ya en el año 1973, junto con su mujer Josefa y su hija, se instaló en Madrid donde creó un estudio de arte que pronto se convertiría en un lugar muy frecuentado por famosos del mundo de las artes, la política, el cine y el teatro. Y, en el año 1980, Manuel fue nombrado profesor de la Escuela Municipal de Bellas Artes de Valverde del Camino, donde impartía clases, mientras a su vez seguía con su carrera profesional.
El cenit de su carrera, ya completamente consolidada, llegó en 1995, en el congreso de la Asociación de los Pintores con la Boca y con el Pie, momento en el que fue elegido miembro de la junta directiva de la Asociación.
Manuel ya era un profesional totalmente reconocido, vivía feliz de su trabajo y pasión por el arte y, por si fuera poco, tenía una familia que le apoyaba y le quería.
Frase vital y de superación personal que comparte Manuel Parreño
“Para mí la vida es como un tren que arranca con el primer aliento al nacer. Salimos con un destino desconocido sin saber cuánta distancia recorreremos. Espero que mi viaje sea largo porque cuanto más largo sea el viaje, más tiempo tendré de crear y de ser productivo a la sociedad”.
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